Trabajador sobrecualificado: ¿problema o ventaja?

Comentaba hace unas semanas que en muchas empresas se padece el síndrome de Procusto, que lleva a muchos directivos a prescindir de quien sobresale o a no contratar a quien está sobrecualificado.

Tener una gran hoja de vida no siempre es una ventaja. Las probabilidades de que acabe en la papelera del empleador suelen ser bastante altas en el caso de los muy brillantes para el puesto vacante. Pero un reciente estudio advierte a las empresas que contratarlos tal vez no sea tan mala idea.

Según Gema Lozano de Yorokobu, que reclamen un sueldo más elevado o que cambien de empresa a la primera oportunidad suelen ser los dos principales motivos por los que las empresas rechazan a este tipo de aspirantes. Pero, según un estudio de la Universidad de Rice (Houston) y la de Hong Kong, contar con estos empleados beneficia a la compañía al desempeñar sus tareas con mayor facilidad y contribuir con ideas innovadoras.

Los investigadores reconocen que la desmotivación y la pérdida de interés por el trabajo, y la consecuente caída de productividad, son otras de las razones para no arriesgarse con este tipo de candidatos. No obstante, los empleados con una sobrevaloración moderada se mostraron más comprometidos y contribuyeron al mejor funcionamiento de la empresa que el resto de sus compañeros.

A este estudio precede otro publicado por Journal of Applied Psychology. La conclusión a la que llegaron fue que los empleados sobrecualificados se mostraban más productivos y comprometidos que el resto de sus colegas. Sobre todo aquéllos que se habían asociado con compañeros que también aportaron credenciales y/o experiencia que iban más allá de los requisitos básicos. En esos casos, mejoraron la moral y el desempeño de todos sus equipos.

Para obtener ese «efecto de halo», sugiere el estudio, los líderes deben fomentar la interacción entre los miembros del equipo. «Cuanto más colaborativa sea la cultura de la empresa, mayor es la influencia positiva de las personas que aportan conocimiento extra y habilidades al grupo».

Con las tasas de desempleo desatadas, son muchos los posgraduados que no hacen ascos a empleos para los que apenas se necesita formación. Lo que Daniel Indiviglio consideraba, en The Atlantic, un problema no sólo para ellos sino para la economía en general.

Para explicar su conclusión, el editor partía de un artículo publicado por The New York Times en el que se mostraba la realidad de dos trabajadores sobrecualificados: los protagonistas tuvieron que ver rebajados sus sueldos (hasta un tercio en uno de los casos) y conformarse con desempeñar labores menos «ambiciosas» que en cargos anteriores, pero ambos se mostraban «felices y respetados» en sus puestos. Algo que, según el diario, avala la tesis de los estudios que consideran que la motivación a los empleados sobrecualificados pasa por darles autonomía y hacerles sentir valorados.

Indiviglio considera, no obstante, que la principal consecuencia de esta política de contratación, de la que muchas empresas se han beneficiado después de la crisis, la sufren los trabajadores menos cualificados. «¿Por qué es un problema cuando personas como las del artículo están dispuestas a aceptar estos empleos? Porque es perjudicial para los trabajadores con currículums más débiles pero más adecuados para estos puestos. Esto es preocupante para los trabajadores más jóvenes o recién graduados».

Para Indiviglio, contratar personal con experiencia ahorra a las empresas tiempo para la formación. «El entrenamiento es mucho más fácil. Y seguramente el rendimiento también lo será siempre y cuando se elimine de la mente del trabajador el chip de estar demasiado cualificado».