Cuando se produce un despido, se suele hablar de “decisión unánime”, de “acuerdo mutuo” o de “consentimiento de ambas partes”.
Steve Bannon dijo en la BBC que había dimitido como asesor de Trump en 2017 a pesar de un tuit posterior del presidente de Estados Unidos que decía que “lloró cuando fue despedido y rogó por su trabajo”. Gran empatía y humanidad la del septuagenario presidente, se nota que nunca ha tenido que pasar por esa situación.
Por el contrario, David Gower, la exestrella de críquet, dijo: “Después de 20 años, Sky Sports ha decidido no renovar mi contrato como comentarista”.
Existe cierta confusión cuando los entrenadores de fútbol se van, pero nadie supone que las salidas son voluntarias. Por ejemplo, cuando Mourinho salió del Manchester United, dijo: “Muestro mi más profundo respeto y no haré ningún comentario sobre mis antiguos colegas”.
¿Qué debes hacer cuando te despiden? ¿Camuflarlo como renuncia o admitir abiertamente que te dieron la patada?
Según Michael Skapinker en Financial Times, ser despedido es un golpe muy duro. La sala se vuelve un poco borrosa a medida que se recibe la noticia. El dolor finalmente se desvanece, la cicatriz en el ego se encoge, pero nunca desaparece por completo. Ser despedido es una situación humillante (aunque creo que todos deberíamos experimentarla para conocer la humildad de verdad) y el deseo de salvar la imagen es fuerte.
Intentar evitar la verdad es comprensible. El problema es que los chismes sobre tu desgracia se extienden por la oficina. Lo que suceda después depende de lo alto que hayas llegado. Si el trabajo que tenías era muy importante o eres una figura pública, tus opciones son limitadas. Mucha gente sabe de tu partida.
Hay pocas razones para preocuparse por el futuro de los CEO o de los entrenadores de fútbol despedidos. Son generosamente indemnizados. Los líderes despedidos generalmente terminan en consejos o asesoran a Gobiernos. Los mejores directivos de fútbol suelen pasar un tiempo recuperándose antes de encontrar otro club.
Si no eres tan famoso, puedes dividir el mensaje en dos partes: lo que dices a tus colegas, que probablemente ya saben la verdad, y cuán sincero eres con un futuro empleador.
La pregunta de por qué dejaste tu puesto anterior es inevitable y decir en una entrevista de trabajo que ambas partes acordaron la salida sólo plantea más preguntas. Es mejor no decirle a la persona que te entrevista que renunciaste si no lo hiciste. Aunque los empleadores anteriores son discretos en sus referencias, la verdad puede salir a la luz.
Si fue parte de una reestructuración, puedes decirlo. Sucede continuamente.
Si te despidieron por mala conducta, tienes una tarea más difícil. Tu posible nuevo jefe puede averiguarlo. Puedes esperar que no, o ser más sincero, explicar las circunstancias y decir que no volverá a suceder, aunque sea un mal trago.
Si tu partida no fue por razones de mala reputación, es una oportunidad para ser abierto: puedes decir que no encajabas con tu jefe o que no era la empresa adecuada para ti. Esto puede plantear algunas dudas sobre tu adaptabilidad, pero la mayoría lo entenderá. Pocos pasan toda una vida en el mundo de los negocios sin ser despedidos.