Cuando tenemos problemas en el trabajo, o nos ponemos a la defensiva y culpamos a los demás o nos torturamos. Ninguna de las dos reacciones es útil. Eludir la responsabilidad poniéndonos a la defensiva puede aliviar el fracaso, pero se renuncia al aprendizaje. La autoflagelación parece justificada en el momento, pero lleva a una evaluación sombría de tu potencial que socava el desarrollo personal.
¿Qué pasaría si nos tratáramos como a un amigo? Lo más probable es que seríamos amables y comprensivos. Dirigir esa respuesta internamente hacia nosotros mismos se conoce como autocompasión. Es una herramienta eficaz para mejorar el rendimiento en varios entornos, desde el envejecimiento saludable hasta el deporte. Y también favorece el crecimiento profesional.
HBR considera que la autocompasión es un concepto menos familiar que la autoestima. Si bien es verdad que las personas que practican la autocompasión tienden a tener una mayor autoestima, los conceptos son distintos. La autoestima tiende a evaluar a uno mismo en comparación con los demás. La autocompasión, por otro lado, implica no juzgarse a uno mismo ni a los demás. En cambio, nos lleva a preocuparnos por nuestro bienestar y recuperación después de una adversidad.
Según Serena Chen, las personas con altos niveles de autocompasión demuestran tres comportamientos: en primer lugar, son más amables y juzgan menos sus propios errores; en segundo lugar, reconocen que los fracasos son una experiencia humana compartida; y finalmente, adoptan un enfoque equilibrado de las emociones negativas cuando se equivocan (se dejan sentir mal, pero no permiten que la negatividad tome el control).
La autocompasión hace que las personas abandonen las mentalidades fijas. Un signo convincente de que una persona tiene mentalidad de crecimiento es su disposición a seguir mejorando después de un evento negativo. Un buen ejemplo lo hemos tenido esta semana con el Liverpool remontando un 3-0 adverso en la ida frente al Barcelona, logrando plantarse en la final de la Champions League del fútbol europeo. Si crees que tus habilidades son fijas, no tiene sentido hacer el esfuerzo. Pero si ves las habilidades como cambiantes, la retroalimentación negativa no debería disuadirte de intentarlo.
Tratarse a uno mismo con amabilidad, comprensión y sin juzgar alivia los temores de desaprobación social, allanando el camino para la autenticidad. El optimismo también juega un papel: tener una perspectiva positiva de la vida hace que las personas estén más dispuestas a correr riesgos, como revelar su verdadero ser. Los optimistas tienen más probabilidades de manifestar cosas negativas sobre sí mismos, como experiencias angustiosas que hayan soportado. El optimismo aumenta la inclinación de las personas a ser auténticas, a pesar de los riesgos potenciales. La relativa calma emocional y la perspectiva equilibrada que conlleva ser autocompasivo pueden ayudar a abordar experiencias difíciles con una actitud positiva.
Una mentalidad autocompasiva también produce beneficios en el campo del liderazgo. Esto se debe a que la autocompasión y la compasión por los demás están vinculadas: la práctica de una aumenta la otra. Ser amable y no juzgarse a uno mismo es una buena práctica para tratar a las personas con compasión, al igual que la compasión por los demás puede aumentar el grado de compasión por uno mismo, creándose un círculo virtuoso y un antídoto para las espirales de hostilidad de las que están plagados muchos entornos laborales.