Tres frases nos aclaran los efectos de los “líderes” mediocres. Henry Ford opinaba: “Sólo hay algo peor que formar a tus empleados y que se vayan… no formarlos y que se queden”. Richard Branson: “Forma bien a las personas para que puedan marcharse, trátalas mejor para que no quieran hacerlo”. Derek Box: “Si crees que la formación es cara, prueba con la ignorancia”.
Según Aanandita Bhatnagar, uno de sus primeros jefes sabía todo sobre ella, cosas que sus mejores amigos no sabían. Mientras luchaba por un matrimonio demasiado joven experimentando transiciones profesionales, él le contaba cosas sobre la vida de ella que ella misma desconocía entonces y que permanecen con ella hasta ahora. Apostó por ella cuando era una futura madre y así es como llegó a conseguir una carrera próspera en el mundo de la comunicación.
Los buenos gerentes son así. Puedes soportar horas de tráfico para llegar al trabajo, crear presentaciones imposibles, escribir con mucho cuidado y trabajar como si fueras el dueño de la empresa teniendo en cuenta que te llevará años alcanzar su nivel de competencia. Todo gracias a estas personas. Éstos son los comportamientos inspiradores de los grandes líderes con los que todos queremos crecer y que humildemente deberíamos querer emular:
Ven a la persona entera. Una persona nunca es solamente un empleado. Es la suma de su estado emocional, antecedentes socioculturales, talento y necesidades únicas. Una vez que los hayas analizado y reclutado para tu equipo, acéptalos sabiendo que necesitan algo diferente de ti para prosperar y dar lo mejor de sí mismos. Los mejores jefes dan alas, permiten que seas un pájaro libre que simplemente no puede enjaularse. Esta comprensión da la libertad de trabajar sin miedo, sin tener que mirar por encima del hombro.
Encuentran el problema. Todos flaqueamos. Los buenos gerentes son lo suficientemente humanos como para saberlo y lo suficientemente inteligentes como para verlo venir. Saber cuándo tirar de la cuerda para que vuelvas a la acción y te salve de una caída es una cualidad de un buen jefe. No me he caído de bruces en varias ocasiones gracias a estas personas brillantes.
Crean oportunidades. Según Bhatnagar, si su gerente no hubiera descubierto que no estaba contenta con su papel y no le estaba yendo tan bien como pensaba, no la habría lanzado hacia otro rol.
Dejan ir. Los jefes auténticos que aman a sus colaboradores los dejan ir a otros equipos. Esta capacidad proviene de reconocer que el empleado necesita hacer algo nuevo, más grande, más audaz. Se necesita un gran corazón y una disposición desinteresada para ello.