Uno de mis ídolos en el mundo de la inversión y la gestión de activos, Ray Dalio, lleva un tiempo sorprediéndome positivamente con su obra Principles y las publicaciones que frecuentemente hace sobre ella en las redes sociales. De forma resumida, nos orienta sobre cómo pensar de forma adecuada basándonos en principios (sueños + realidad + determinación = éxito).
A grandes rasgos, cuando algo surge, la gente suele tomar decisiones basándose en su propio punto de vista y teniendo en cuenta sólo su realidad y sus costumbres. Pensar basándonos en principios implica elevarnos por encima de la situación para reflexionar de forma objetiva considerando todos los puntos de vista posibles.
Solemos escuchar para responder en lugar de para aprender. Esto se debe a que muchas veces pensamos que el objetivo de una discusión es la victoria, cuando realmente debería ser el progreso.
En una discusión, podríamos estar horas y horas discutiendo sin avanzar. Elevarse significa ir más allá pasando a un nivel superior y pensar sobre cómo reconducir la situación y sacar provecho de ella para todos.
Conviene destacar que la mayoría de las personas toman malas decisiones porque están tan seguras de que tienen razón que no se permiten ver las mejores alternativas que existen. Las personas de mente radicalmente abierta saben que hacer las preguntas correctas y preguntar a otras personas inteligentes lo que piensan es tan importante como tener todas las respuestas. Entienden que no puedes tomar una gran decisión sin nadar durante un tiempo por un estado de «no saber». Esto se debe a que lo que existe dentro del área del «no saber» es mucho más grande y emocionante que cualquier cosa que sepamos.
Por otro lado, la gente miente más de lo que imaginamos. Ray Dalio lo aprendió al llegar a la posición de CEO. Si bien suele haber en las empresas un grupo de personas excepcionalmente ético, en todas las organizaciones hay deshonestos que tienen que ser tratados de manera práctica. Por ejemplo, la mayoría de las personas que son sorprendidas siendo deshonestas y que dicen que nunca lo volverán a hacer lo más probable es que lo hagan. Las personas deshonestas son peligrosas, así que mantenerlas cerca no es inteligente.
Al mismo tiempo, seamos prácticos. Si tratáramos de limitar nuestras relaciones a personas que nunca han mentido, no tendríamos a nadie con quien trabajar. Si bien debemos tener estándares extremadamente altos cuando se trata de integridad, no lo veamos como blanco o negro. Miremos la gravedad, las circunstancias y los patrones para tratar de entender si estamos tratando con alguien que es un mentiroso habitual y que mentirá de nuevo o con una persona que es fundamentalmente honesta pero imperfecta.
Consideremos la importancia de la deshonestidad en sí (¿la persona estaba robando un pastel o estaba cometiendo un delito?) así como la naturaleza de nuestra relación existente (¿está diciendo una mentira mi pareja, un conocido casual o un empleado?). Tratar estos casos de manera diferente es apropiado porque una ley básica de la justicia es que el castigo se ajuste al crimen.