La mayoría de los gurús del management estará de acuerdo en que la complejidad es una de las mayores dolencias de cualquier compañía que impide maximizar el valor para el accionista. Las razones claves que hay detrás pueden atribuirse a: la falta de compromiso y rendición de cuentas, las múltiples líneas de reporte que conducen a conflictos de alineación y vacíos, los conflictos de intereses entre funciones dentro de las empresas, el intentar que todo sea para todos, y el sesgo organizacional a recompensar la complejidad.
Las características de los complicados frente a los sencillos tienen similitudes con la comparativa seguidores-líderes: leer la letra pequeña vs. interpretar el espíritu de las políticas, evitar riesgos vs. tomarlos y gestionarlos, expandir su imperio vs. mejorar la eficiencia empresarial, tóxicos vs. energía positiva…
Según Sanjeev Kumar Roy, los complicados cogen situaciones complejas y multiplican la complejidad. Las personas que interactúan con complicados pueden acabar sintiéndose molestas, poco apreciadas y muy confundidas acerca de los próximos pasos a dar, ya que los complicados están más centrados en aumentar las complicaciones y no necesariamente para resolverlas. Los complicados son en general una fuerza negativa. Son muy eficaces en el uso de palabras de moda, jerga compleja y dobles sentidos para dirigir una discusión hacia una mayor confusión en lugar de hacia una solución.
Los sencillos (simplificadores) toman situaciones complejas y las resumen usando términos comprensibles. Resuelven los problemas y ayudan a guiar los pasos necesarios para mejorar una situación. Los sencillos son personas que calman, son clarificadoras y proporcionan enfoque. Cuando se trabaja con simplificadores, las personas se sienten con energía, confiadas y optimistas. Sin embargo, la vida no es fácil para los sencillos, porque en muchos casos tienen que nadar a contracorriente. Como decía Steve Jobs: “Lo simple puede ser más difícil que lo complejo: tienes que trabajar duro para pensar con claridad. Pero vale la pena porque una vez que lo logras puedes mover montañas».
Una de las teorías sobre por qué los complicados florecen en las empresas dice que, en un sentido muy indirecto, «las organizaciones recompensan la complejidad». Un ejemplo muy simple (pero tabú) de esto sería el enfoque típico de retribución variable de los empleados, que tiene una correlación muy fuerte con lo complejo que es el rol: países, procesos, sistemas, variaciones, productos, marcas, puntos de venta, clientes… Esto indirectamente conduce a los empleados, de una manera muy egoísta pero humana, hacia la complejidad creciente.
Si usted es complicado, nunca es demasiado tarde para adoptar la postura de Leonardo Vinci: «La simplicidad es la sofisticación final». Tampoco olvidemos la famosa frase de Winston Chuchill: “Un buen discurso debe ser como la falda de una mujer: suficientemente largo para cubrir el tema pero suficientemente corto para crear interés”.