Los defensores de la frase «no traiga problemas, traiga soluciones» creen que reduce las quejas, aumenta el empoderamiento, ayuda a los trabajadores a organizarse y potencia sus carreras. La realidad es que la frase está llena de desafíos y conviene acabar con viejos paradigmas.
No todos los problemas tienen una fácil solución. Enfrentar la complejidad de los asuntos empresariales más relevantes puede requerir personas con talento que aporten diferentes puntos de vista. El pensamiento de solución única crea una cultura de defensa en vez de una de innovación, es decir, un ambiente en el que cada persona se enroca en su propia forma de resolver los problemas sin considerar otras posibilidades.
La filosofía de «traiga soluciones» puede provocar que los trabajadores desconecten y no respondan, que se fomente una cultura de la intimidación y se oculten problemas reales hasta que se convierten en crisis. Cuando un directivo reacciona con desagrado si alguien le plantea un problema, el equipo suele interpretar los problemas y riesgos como fracasos ya que el jefe se vuelve irascible. Estos estallidos dañan la moral y hacen que el equipo pierda su entusiasmo con los proyectos (además de dudar a la hora de comunicar cualquier problema). En consecuencia, el equipo sólo da buenas noticias. El directivo está ciego frente a cualquier problema potencial. Además, los trabajadores pasan mucho tiempo con otros compañeros lamiéndose las heridas en lugar de ser productivos.
Según Sabina Nawaz, se puede animar al equipo a plantear los problemas de una manera más eficaz:
Cree un ambiente seguro. Module su actitud de forma que nadie tenga miedo a contarle malas noticias. Uno de los trabajos más importantes como CEO es escucharlas de modo que pueda actuar sobre ellas. Hay quien equipara transmitir un problema con falta de responsabilidad. Cambiar el enfoque ayuda a descubrir cosas que el equipo ya sabía, pero que temía contar.
Pida planteamientos de problemas, no de quejas. Las personas necesitan aprender a distinguir entre una preocupación válida y una simple queja. Las quejas se expresan en términos absolutos, como “siempre” y “nunca”, en lugar de con hechos concretos. Carecen de responsables, suelen tener villanos (ellos) y héroes (nosotros), y además no acostumbran a mirar más allá de la superficie de la cuestión. Los planteamientos de problemas, en cambio, destacan hechos objetivos, analizan factores y causas, y revelan el papel de cada uno en la creación del problema, incluido el de la persona que lo saca a la luz. Cuando el problema se presenta como el planteamiento de una situación, es mucho más fácil detectar el patrón de retrasos recurrentes, por ejemplo. Cuando quien expone el problema reconoce su parte de responsabilidad, sabemos que está dispuesto a ser parte de la solución, no sólo a culpar a otros.
Encuentre las personas adecuadas para resolver el problema. Cuando un trabajador le presente un obstáculo, considere su capacidad para solucionarlo. Si puede encargarse de ello solo, tal vez baste con su aprobación para hacerlo. O puede que necesite que usted le enseñe cómo enfocar la situación y ampliar el abanico de soluciones posibles.
Si el tamaño del problema supera la capacidad para resolverlo de quien lo ha detectado, podría ser necesaria la colaboración de personas de diferentes departamentos. En algunos casos, el problema puede ser tan importante que es preciso que usted se involucre. Según sea la situación, puede formar a sus trabajadores para que mejoren sus habilidades y aborden el reto, darles las gracias por plantear la cuestión y asignarla a las personas adecuadas o poner a diferentes grupos a trabajar juntos para solucionarla.
Sus colaboradores siempre van a encontrar problemas. Invitarlos a plantear los contratiempos pronto de forma constructiva reduce el temor y aumenta su empoderamiento y la velocidad con la que se resuelven. Identificar problemas puede ser un deporte individual, pero encontrar soluciones rara vez lo es.