Solemos acostumbrarnos a vivir cómodamente infelices, es decir, a permanecer en la maldita zona de confort, ya sea por un trabajo poco motivador o por esas ganas insatisfechas de emprender. Lo más relevante es ser conscientes de ello para tratar de iluminarnos y dar el paso para transformar nuestras vidas.
Para lograrlo hemos de tener en cuenta que la actitud importa más que la aptitud. Sí, la buena actitud con dosis elevadas de inteligencia emocional. El mundo es de la gente positiva con fuerte empatía con los demás. Nos gusta rodearnos de gente con energía y capacidad de comprendernos con compasión.
Tanto para salir del laberinto como para triunfar una vez hemos salido de él, la clave es la actitud. ¿Por qué su actitud, y no su aptitud, es lo que determina su altitud? Por supuesto, un inepto con actitud no deja de ser un inepto, pero salvo en casos extremos la clave es la actitud. Veamos por qué.
La actitud principal de la gente está en una de estas dos categorías: mentalidad fija o mentalidad de crecimiento. Con una mentalidad fija usted cree que es quien es y no puede cambiar. Esto crea problemas cuando es desafiado porque todo lo que parece ser más de lo que puede manejar le hacer sentir abrumado. Las personas con mentalidad de crecimiento creen que pueden mejorar con esfuerzo. Superan a aquéllos con mentalidad fija, aunque tengan un coeficiente intelectual más alto, porque aceptan desafíos, tratándolos como oportunidades para aprender algo nuevo.
El sentido común sugiere que tener habilidades, como ser inteligente, inspira confianza. Es así sólo mientras la situación es fácil. El factor decisivo en la vida es cómo manejar los reveses. Las personas con mentalidad de crecimiento aceptan los retrocesos con los brazos abiertos.
El éxito en la vida depende de cómo lidiar con el fracaso. El fracaso es información, lo llamamos fracaso, pero es algo así como: “yo gano o aprendo, nunca pierdo; esto no funcionó pero soy un solucionador de problemas, así que intentaré algo más”.
Innumerables personas exitosas nunca habrían triunfado si hubieran sucumbido a sentimientos de impotencia: Walt Disney, Oprah Winfrey, Henry Ford y Steven Spielberg fueron despedidos y rechazados varias veces antes de brillar. Imagínese lo que habría sucedido si alguna de estas personas hubiera tenido mentalidad fija. Habría sucumbido y perdido la esperanza. Las personas con mentalidad de crecimiento no se sienten impotentes porque saben que para tener éxito es necesario estar dispuestos a fallar y luego rebotar.
Sea apasionado. Las personas que avanzan persiguen sus pasiones implacablemente. Siempre habrá alguien que tenga más talento que usted, pero lo que le falte de talento lo puede compensar con la pasión.
Dé paso a la acción. No es que las personas con mentalidad de crecimiento sean capaces de superar sus miedos porque sean más valientes que los demás. Es sólo que saben que el miedo y la ansiedad son emociones paralizantes y que la mejor manera de superar esta parálisis es actuar.
Las personas con mentalidad de crecimiento saben que fracasarán de vez en cuando, pero nunca dejan que eso les impida esperar resultados. Esperar resultados le mantiene motivado y alimenta el ciclo de empoderamiento. Después de todo, si no cree que va a tener éxito, ¿por qué molestarse?
No se queje cuando las cosas no van como quiere. Quejarse es un síntoma obvio de una mentalidad fija. Una mentalidad de crecimiento busca oportunidades en todo, por lo que no hay lugar para las quejas.