Tener un gran jefe es un regalo que te puede cambiar la vida. Un mal jefe puede causar dolores de cabeza y estrés. Si bien es fácil amar a los grandes jefes y huir de los malos, hay un tipo de jefe que es mucho menos sencillo: el que no aboga por ti.
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Puede que ni siquiera sepas que tienes uno. El 80% de lo que se dice de ti se hace cuando no estás en la sala. Los jefes no defensores pueden negarse a mencionar tu nombre favorablemente en una conversación de promoción y obstaculizar tu crecimiento. Incluso pueden minarte abiertamente y sabotear tus perspectivas profesionales a largo plazo.
Cuando descubres que tienes un jefe que no está abogando por ti, la reacción instintiva es abogar por ti mismo y convertirte en tu propia máquina de relaciones públicas. Es un error. Demasiada autopromoción descarada puede ser contraproducente e indicar que eres narcisista y egoísta. Lo ideal es que otros apuesten por ti.
Primero, considera la posibilidad de que tú seas el problema. Es posible que aún no hayas demostrado las habilidades necesarias para que tu jefe defienda tu ascenso. Observa las características y logros de los que ascienden para ver dónde podrías mejorar. Solicita proactivamente comentarios de tu jefe y pregunta qué se necesitaría para ganarte su apuesta por ti. Sin este tipo de retroalimentación, es posible que no cumplas con las expectativas de tu jefe para la promoción y ni siquiera lo sepas.
Asumiendo que tu desempeño es fuerte y excede las expectativas, si tu jefe no está abogando por ti, el problema probablemente recaiga en él. Si bien puede no ser tu culpa, es tu problema. Te debes a ti mismo para encontrar una estrategia viable para avanzar. Según Nicholas Pearce, hay tres pasos para hacerlo:
– Libera a tu jefe de tus expectativas insatisfechas. Tan injusto y frustrante es que tu jefe no te defienda como que te lo tomes como algo personal. Hay innumerables razones por las que tu jefe podría no estar abogando por ti. Tu jefe puede ser inseguro y verte como un competidor. Quizá tu jefe sufre sesgos inconscientes profundos que conducen a evaluaciones injustas de tu desempeño e idoneidad para roles más importantes. Tu jefe puede estar tratando de abogar por ti, pero carece de credibilidad para hacerlo con éxito. Tal vez tu jefe no quiera ser tu impulsor simplemente. Cualquiera que sea la razón, forzar o manipular no funcionará.
– Encuentra otro defensor tuyo. Hay otras personas influyentes que pueden darte el impulso que necesitas. El patrocinador ideal es un aliado poderoso y de alto rango dentro de tu organización que mencione tu nombre a las personas adecuadas en el momento clave para que tengas acceso a oportunidades.
Muchas personas confunden mentores con patrocinadores. Los mentores te aconsejan, los patrocinadores te aceleran. No querrás recibir una tutoría excesiva ni un patrocinio insuficiente. Los patrocinadores suelen elegir a sus protegidos: aumenta estratégicamente tu visibilidad para generar interés en lugar de solicitarlo explícitamente.
Realiza un trabajo excelente y consistente. Levanta la mano para participar en grupos de trabajo de toda la empresa. Al aportar valor a proyectos importantes, desarrollarás tus habilidades, aumentarás tu experiencia e interactuarás con nuevas personas. Así puedes desarrollar una reputación como líder confiable, con mentalidad de crecimiento y centrado en los objetivos de la organización. Deja claro que lo mejor para la firma es retenerte y promocionarte.
– Construye tu red dentro y fuera de la empresa. No subestimes el valor de tus compañeros al hablar bien de ti. Ser bueno con las personas y hacer lo correcto, especialmente con aquéllas que pueden carecer de poder formal, puede hacer que quieran abogar por ti. Finalmente, ser un ciudadano comprometido más allá de tu lugar de trabajo (en tu industria o en tu comunidad) también puede ayudar. Nunca se sabe quién está conectado con quién y cómo. A veces, generar ruido positivo más allá del trabajo puede hacer que tu empresa te considere.
Todos necesitamos campeones que estén dispuestos a abogar por nosotros cuando no podamos hablar por nosotros mismos. Y cuando tu jefe no lo hace, puede ser francamente desafiante. Pero no tiene por qué detener tu progreso. Podrías estar a sólo un proyecto, un comité o una conversación para que se valore tu potencial.