Ya sea usted un CEO o un aprendiz, un estudiante o un maestro, un padre o un hijo, es casi imposible pasar un día entero sin cometer un error. Los horarios con tareas prolongadas hacen que sea aún más probable. Algunos errores son pequeños y se pueden remediar fácilmente, otros pueden tener repercusiones duraderas. Especialmente si se enorgullece de ser cuidadoso en todo lo que hace, los errores pueden ser vergonzosos.
Los ganadores fracasan hasta que ganan y los mejores líderes saben que es posible convertir un error en un valioso momento de liderazgo:
Los errores son un hecho. No se esconda detrás de la verdad, sea transparente y sincero, sea el dueño de su error. Los errores suceden porque somos humanos y la rendición de cuentas nos hace honorables.
Dirija con el ejemplo: demuestre a quienes lo siguen que cuando se equivoque lo reconocerá. Sea un modelo del que otros se enorgullezcan y que quieran emular.
Demuestre que ha aprendido del error cometido y que pagará el precio de una lección bien asimilada. El mejor tipo de error se da cuando los costes son bajos pero el aprendizaje es alto y los mejores líderes saben cómo traducir la responsabilidad de un error en un activo.
Cuando sea posible, corrija el error de inmediato y haga todo lo que pueda para reducir la probabilidad de que se repita. Las decisiones deficientes y los procesos defectuosos a veces pueden conducir a errores, pero los resultados negativos a menudo pueden ser corregidos o al menos mitigados.
Los errores se deben combinar con una disculpa que tiene que ser sincera e ir más allá de las palabras. Cuando hable desde el corazón, recuperará la confianza. Lidere desde dentro, muchas veces la gente sólo quiere escuchar: «me equivoqué, lo reconozco y me disculpo».
Se dice que no hay errores, sólo lecciones, y los mayores errores son nuestra mejor fuente de aprendizaje. ¿Cuál es su enfoque de los errores? En mi opinión, éstas son las acciones claves: reconocerlos sin dramas ni excusas, aceptarlos, pedir disculpas, relativizarlos (juzgarnos a nosotros mismos y perdonarnos puede ser difícil), y aplicar la sabiduría que obtenemos (sin esto, nada de lo comentado sirve).
Finalmente: ¿cuchara de plata o guante de boxeo? Lo comentado en mi artículo “La muerte del currículum” es similar a una experiencia que contó hace tiempo Lolly Daskal: habló en diferentes momentos con dos líderes enfrentando la pérdida de su trabajo debido a una fusión corporativa. Aunque sus situaciones eran las mismas, sus respuestas no podrían haber sido más diferentes: uno lo pasó fatal hasta el punto de que incluso había considerado suicidarse, mientras que el otro estaba emocionado planeando qué hacer a continuación para crear una nueva forma de éxito. ¿Cuáles fueron las variables que llevaron a respuestas tan distintas?
El primer líder hasta ahora había vivido una vida encantadora: una infancia perfecta en un hogar amoroso y estable, las mejores escuelas, la graduación en una universidad superior seguida de un gran trabajo obtenido con la ayuda de sus padres. Se había casado con su novia de la universidad y tenían una hermosa familia (mellizos adorables, un niño y una niña) con una vivienda fantástica e incluso una lujosa casa de vacaciones.
El segundo líder venía de un entorno muy diferente. Sus padres se habían divorciado y su infancia fue solitaria. El dinero escaseaba y siempre tenía un trabajo después de la escuela. Después de la graduación, su única opción para continuar su educación fue una universidad de la ciudad, donde continuó trabajando por las noches para salir adelante. Después de la graduación consiguió un buen trabajo de nivel bajo y ascendió rápidamente por el trabajo duro y la dedicación, llegando a ser el líder mundial de su unidad de negocio. Se casó con una mujer que había conocido en un comedor social y tuvieron dos hijos maravillosos.
Escarbando en sus historias se entiende la diferencia…